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  • Este nuevo orden de lo latinoamericano ha

    2019-04-22

    Este nuevo orden de “lo latinoamericano” ha afectado también en el estatuto de otras disciplinas, entre ellas literatura comparada, estudios étnicos, latinidad norteamericana, Caribe, sociología, pensamiento teológico y hasta en una nueva dimensión hemisférica de los American Studies. Son muchas las antologías de ensayos que permiten documentarlo. Sirva de ejemplo el Diccionario de Estudios Latinoamericanos editado por Robert McKee Irwin y Mónica Szurmuk, primero en español en 2009, y luego en inglés en 2012. Se trata de una colección de 50 ensayos, muchos de ellos extraordinarios, cuyo abanico de temas incluye políticas culturales, arte, literatura, género, raza y otras categorías, cada uno articulado como una entidad propia, pero al mismo tiempo representativo del firmamento de posibilidades que hoy convoca el campo de estudio. ¿Cómo explicar esta proliferación? ¿Qué nombre darle, si hay uno? Estudios culturales quizá sea el envase más propicio, aunque este acercamiento, de gran legado histórico —piénsese en las escuelas de Birmingham o Frankfurt— pierde su especificidad ante un acopio tan inconexo de aportes, WEHI-539 no ser que ésa sea la nueva definición, a saber, la capacidad de convocar apuestas que no se reconocen entre sí, un rol fundamentalmente valioso, político en cierto sentido, para una producción académica cada vez más expansiva. Otro síntoma, más cercano a la literatura propia, se observa en las posibilidades de un español globalizante que se ve en el nuevo auge de los estudios transatlánticos. El idioma hispánico, según esta mirada, encuentra una inesperada reaparición en las últimas décadas que no remite necesariamente al poder cimentado por la filología castellana, ni tampoco por las letras latinoamericanas, sino más bien por las oportunidades de difusión cultural y lingüística, una especie de marketing del español transnacional, cuyo teatro principal de consumo ahora incluye todo el continente americano, el cual aborda también a Estados Unidos. La nación que solía gobernar la literatura, en su etapa moderna, pasa de tal modo a los reclamos, inciertos pero inevitables, de una cultura mundial de lectores posibles, revelando un interesante pero contradictorio mercado de lo hispánico. El nuevo hispanismo transatlántico descubre así un nuevo valor en el idioma, una suerte de subsuelo que permite retornar al mundo literario, actual y de antaño, con una mirada desprendida de los contornos nacionales y sus marcos teóricos establecidos, un nuevo nacer para las letras en español, si bien España, o Iberia, posicionada en el auge del euro hasta hace poco, implica un nuevo eje de edición y publicación altamente influyentes.
    Becas, Visas, Vidas La emigración de intelectuales latinoamericanos quizá sea uno de los capítulos más desatendidos de la Guerra Fría. América Latina, en tanto campo de estudio, cobra entonces un matiz hemisférico nunca antes visto, que a Chromocenter su vez transformó las disciplinas que lo gobiernan. Surge también, con el crecimiento del espacio institucional, un nuevo mercado de trabajo y una especie de “intelectual académico”, una subjetividad que precisa no solamente afilar métodos de análisis sino también cultivar una constelación de intereses que se pluraliza radicalmente. El entorno de las letras y la cultura, por ejemplo, despliega a partir de este momento un cruce inédito de lenguajes, culturas y naciones que remite a puntos indefinibles de articulación, digamos cálculos algebraicos entre patrias, exilios, estadías intermitentes, diásporas, relaciones binacionales y bilingüismos en diversos estadios de alcance o felicidad. ¿Cómo acoplar estos matices a la historia de paradigmas latinoamericanistas aquí trazada? Es muy probable que se trate de una indagación que permanece sumergida. Piénsese, por ejemplo, en la pluralidad de una figura tan conocida en la esfera intelectual latinoamericana como Sylvia Molloy, los puentes inexplorados que yacen entre el provenir nacional de su obra crítica y la otredad transnacional de su ficción. Ella misma parece intuir la intensidad de esta interrogante y luego trasladarla a toda escritura, al declarar “¿Qué significa escribir en (desde) otro lugar? ¿Cómo se tejen las sutiles relaciones entre autor, lengua, escritura y nación? ¿Cuándo empieza la extranjería de un texto? ¿En el desplazamiento geográfico, en el uso de otra lengua, en la extrañeza de la anécdota, en el efecto de la traducción?”